Son Callejero

Frank Sinatra murió en un hospital de Los Ángeles el 14 de mayo de 1989, a los 83 años, al lado de su cuarta y última esposa, Bárbara. La voz, había nacido en New Jersey, era hijo de inmigrantes italianos y tuvo alguna relación con la mafia genovesa. El día de su muerte, Amy Winehouse tenía 5 años y probablemente ya cantaba. Murió 22 años después de Sinatra, en la soledad de su apartamento londinense, después de un largo periplo de conciertos, drogas y alcohol que le proporcionó, también, su repentino ascenso a la fama. Era el año 2011 y aquél mismo año, en Colombia, el músico Dairo Cabrera fundaba el grupo Son Callejero.
Son Callejero es un grupo de salsa colombiano con una curiosa particularidad: sus componentes son indigentes, de entre 40 y 65 años, habitantes de la calle y adictos a las drogas, que en su pasado fueron profesionales de la música.
En 2011 un vídeo se viralizó en youtube: mostraba las manos sucias de un callejero tocando el piano de maravilla frente a la escuela de música de Cali. Se trataba de Edgar Espinoza, exmiembro del Grupo Niche, una de las formaciones de salsa más importantes de América, nacida en Bogotá en 1979. Espinoza forma parte ahora de Son Callejero. También está el bajista y compositor Roberto Echeverría, quien había tocado en New York con Richie Ray, universalmente conocido como El rey de la Salsa; o Alberto Puello “El halcón”, quien empujó a Dairo Cabrera a montar Son Callejero después de verlo por las calles de Cartagena cantando boleros y pidiendo dinero. Son 14 o 10 o 7 o los que vayan al ensayo. Aunque la disciplina no es su fuerte Son Callejero representa para ellos una gran motivación. Se autodefinen como gente demente, de-mente brillante, a la que no le han contado la vida si no que la han vivido, artistas que sonríen en un país sin dientes, sin memoria, un país donde el arte y la cultura no están en la canasta familiar; soñadores incansables que cada minuto dan la pelea por hacer lo que saben y no lo que el sistema impone.
Son Callejero es un proyecto social que pretende combatir la drogadicción a través de la música. Cabrera dice: “No prometemos rehabilitación, no auguramos canonizaciones, ni hacemos milagros; tocamos, componemos y cantamos: damos testimonios crudos pero valerosos, creemos en la prevención temprana del consumo y confiamos en el arte como derrotero. La pelea es por un mínimo vital digno, el reclamo es por un espacio para “caminar” la lucha es por re-significar nuestros artistas como los músicos que son, que sean funcionales, que vuelvan a ellos mismos, que puedan vivir por y para su labor (la música), porque la droga les ha arrebatado todo menos el talento, y ese no se vende en La Botica”. En un sistema que por defecto suele desechar las segundas oportunidades; donde quien envejece o se desvincula de las prácticas productivas no tiene opciones para encontrar un camino devuelta, Son Callejero aparece como una puerta para volver al ruedo, Son Callejero es un renacido…